(zenit– 25 dic. 2020).- A las 12 del mediodía de hoy, Solemnidad de la Natividad del Señor, el Papa Francisco, antes de impartir la bendición Urbi et Orbi, ha pronunciado el tradicional mensaje de Navidad a los fieles de todo el mundo, por primera vez en la historia en el Aula de las Bendiciones.
GABRIEL SALES TRIGUERO
Mensaje Urbi et Orbi del Pontífice
Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Navidad!
Deseo hacer llegar a todos el mensaje que la Iglesia anuncia en
esta fiesta, con las palabras del profeta Isaías: “Un niño nos ha nacido, un
hijo se nos ha dado” (Is 9,5).
Ha nacido un niño: el nacimiento es siempre una fuente de
esperanza, es la vida que florece, es una promesa de futuro. Y este Niño,
Jesús, “ha nacido para nosotros”: un nosotros sin fronteras, sin privilegios ni
exclusiones. El Niño que la Virgen María dio a luz en Belén nació para todos:
es el “hijo” que Dios ha dado a toda la familia humana.
Bendición Urbi Et Orbi del Papa Francisco (Foto: (C) Vatican Media)
Gracias a este Niño, todos podemos dirigirnos a Dios llamándolo
“Padre”, “Papá”. Jesús es el Unigénito; nadie más conoce al Padre sino Él. Pero
Él vino al mundo precisamente para revelarnos el rostro del Padre. Y así,
gracias a este Niño, todos podemos llamarnos y ser verdaderamente hermanos: de
todos los continentes, de todas las lenguas y culturas, con nuestras
identidades y diferencias, sin embargo, todos hermanos y hermanas.
En este momento de la historia, marcado por la crisis ecológica
y por los graves desequilibrios económicos y sociales, agravados por la
pandemia del coronavirus, necesitamos más que nunca la fraternidad.
Y Dios nos la ofrece dándonos a su Hijo Jesús: no una
fraternidad hecha de bellas palabras, de ideales abstractos, de sentimientos
vagos… No. Una fraternidad basada en el amor real, capaz de encontrar al otro
que es diferente a mí, de compadecerse de su sufrimiento, de acercarse y de
cuidarlo, aunque no sea de mi familia, de mi etnia, de mi religión; es
diferente a mí pero es mi hermano, es mi hermana. Y esto es válido también para
las relaciones entre los pueblos y las naciones: Hermanos todos.
En Navidad celebramos la luz de Cristo que viene al mundo y Él
viene para todos, no sólo para algunos. Hoy, en este tiempo de oscuridad y de
incertidumbre por la pandemia, aparecen varias luces de esperanza, como el
desarrollo de las vacunas.
Pero para que estas luces puedan iluminar y llevar esperanza al
mundo entero, deben estar a disposición de todos. No podemos dejar que los
nacionalismos cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia humana que
somos.
No podemos tampoco dejar que el virus del individualismo radical
nos venza y nos haga indiferentes al sufrimiento de otros hermanos y hermanas.
No puedo ponerme a mí mismo por delante de los demás, colocando las leyes del
mercado y de las patentes por encima de las leyes del amor y de la salud de la
humanidad.
Pido a todos: a los responsables de los estados, a las empresas,
a los organismos internacionales, de promover la cooperación y no la
competencia, y de buscar una solución para todos. Vacunas para todos,
especialmente para los más vulnerables y necesitados de todas las regiones del
planeta. ¡Poner en primer lugar a los más vulnerables y necesitados!
Que el Niño de Belén nos ayude, pues, a ser disponibles,
generosos y solidarios, especialmente con las personas más frágiles, los
enfermos y todos aquellos que en este momento se encuentran sin trabajo o en
graves dificultades por las consecuencias económicas de la pandemia, así como
con las mujeres que en estos meses de confinamiento han sufrido violencia
doméstica.
Ante un desafío que no conoce fronteras, no se pueden erigir
barreras. Estamos todos en la misma barca. Cada persona es mi hermano. En cada
persona veo reflejado el rostro de Dios y, en los que sufren, vislumbro al
Señor que pide mi ayuda. Lo veo en el enfermo, en el pobre, en el desempleado,
en el marginado, en el migrante y en el refugiado: todos hermanos y hermanas.
En el día en que la Palabra de Dios se hace niño, volvamos nuestra
mirada a tantos niños que en todo el mundo, especialmente en Siria, Irak y
Yemen, están pagando todavía el alto precio de la guerra. Que sus rostros
conmuevan las conciencias de las personas de buena voluntad, de modo que se
puedan abordar las causas de los conflictos y se trabaje con valentía para
construir un futuro de paz.
Que este sea el momento propicio para disolver las tensiones en
todo Oriente Medio y en el Mediterráneo oriental.
Que el Niño Jesús cure nuevamente las heridas del amado pueblo
de Siria, que desde hace ya un decenio está exhausto por la guerra y sus
consecuencias, agravadas aún más por la pandemia. Que lleve consuelo al pueblo
iraquí y a todos los que se han comprometido en el camino de la reconciliación,
especialmente a los yazidíes, que han sido duramente golpeados en los últimos
años de guerra. Que porte paz a Libia y permita que la nueva fase de
negociaciones en curso acabe con todas las formas de hostilidad en el país.
Que el Niño de Belén conceda fraternidad a la tierra que lo vio
nacer. Que los israelíes y los palestinos puedan recuperar la confianza mutua
para buscar una paz justa y duradera a través del diálogo directo, capaz de
acabar con la violencia y superar los resentimientos endémicos, para dar
testimonio al mundo de la belleza de la fraternidad.
Que la estrella que iluminó la noche de Navidad sirva de guía y
aliento al pueblo del Líbano para que, en las dificultades que enfrenta, con el
apoyo de la Comunidad internacional no pierda la esperanza. Que el Príncipe de
la Paz ayude a los dirigentes del país a dejar de lado los intereses
particulares y a comprometerse con seriedad, honestidad y transparencia para
que el Líbano siga un camino de reformas y continúe con su vocación de libertad
y coexistencia pacífica.
Que el Hijo del Altísimo apoye el compromiso de la comunidad
internacional y de los países involucrados de mantener el cese del fuego en el
Alto Karabaj, como también en las regiones orientales de Ucrania, y a favorecer
el diálogo como única vía que conduce a la paz y a la reconciliación.
Que el Divino Niño alivie el sufrimiento de las poblaciones de
Burkina Faso, de Malí y de Níger, laceradas por una grave crisis humanitaria,
en cuya base se encuentran extremismos y conflictos armados, pero también la
pandemia y otros desastres naturales; que haga cesar la violencia en Etiopía,
donde, a causa de los enfrentamientos, muchas personas se ven obligadas a huir;
que consuele a los habitantes de la región de Cabo Delgado, en el norte de
Mozambique, víctimas de la violencia del terrorismo internacional; y aliente a
los responsables de Sudán del Sur, Nigeria y Camerún a que prosigan el camino
de fraternidad y diálogo que han emprendido.
Que la Palabra eterna del Padre sea fuente de esperanza para el
continente americano, particularmente afectado por el coronavirus, que ha
exacerbado los numerosos sufrimientos que lo oprimen, a menudo agravados por
las consecuencias de la corrupción y el narcotráfico. Que ayude a superar las
recientes tensiones sociales en Chile y a poner fin al sufrimiento del pueblo
venezolano.
Que el Rey de los Cielos proteja a los pueblos azotados por los
desastres naturales en el sudeste asiático, especialmente en Filipinas y
Vietnam, donde numerosas tormentas han causado inundaciones con efectos devastadores
para las familias que viven en esas tierras, en términos de pérdida de vidas,
daños al medio ambiente y repercusiones para las economías locales.
Y pensando en Asia, no puedo olvidar al pueblo Rohinyá: Que
Jesús, nacido pobre entre los pobres, lleve esperanza a su sufrimiento.
Queridos hermanos y hermanas:
“Un niño nos ha nacido” (Is 9,5). ¡Ha venido para
salvarnos! Él nos anuncia que el dolor y el mal no tienen la última palabra.
Resignarse a la violencia y a la injusticia significaría rechazar la alegría y
la esperanza de la Navidad.
En este día de fiesta pienso de modo particular en todos
aquellos que no se dejan abrumar por las circunstancias adversas, sino que se
esfuerzan por llevar esperanza, consuelo y ayuda, socorriendo a los que sufren
y acompañando a los que están solos.
Jesús nació en un establo, pero envuelto en el amor de la Virgen
María y san José. Al nacer en la carne, el Hijo de Dios consagró el amor
familiar. Mi pensamiento se dirige en este momento a las familias: a las que no
pueden reunirse hoy, así como a las que se ven obligadas a quedarse en casa.
Que la Navidad sea para todos una oportunidad para redescubrir la familia como
cuna de vida y de fe; un lugar de amor que acoge, de diálogo, de perdón, de
solidaridad fraterna y de alegría compartida, fuente de paz para toda la
humanidad.
(zenit – 3 dic. 2020).- Con motivo del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, celebrado hoy, martes 3 de diciembre, el Papa Francisco ha enviado un mensaje.
Con respecto al tema de este año “Reconstruir mejor: hacia un
mundo post COVID-19 que incluya la discapacidad, accesible y sostenible”, el
Santo Padre comenta: “Me llama la atención la expresión ‘reconstruir mejor’;
evoca la parábola evangélica de la casa construida sobre roca o sobre arena”.
La cultura del descarte Por ello, realiza su reflexión siguiendo esa parábola, a través de tres 3 puntos. El primero de ellos es “La amenaza de la cultura del descarte”, representados por la “lluvia”, los “ríos” y los “vientos” del pasaje evangélico.
Francisco resalta que para dicha cultura “difundida en nuestro
tiempo”: “partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una
selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. En el
fondo no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que
respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas” (Carta
enc. Fratelli
tutti[FT],
18).
Y esta afecta especialmente a los sectores más frágiles, entre
los que se encuentran las personas con discapacidad. Aunque la conciencia de la
dignidad de la persona ha aumentado, todavía subsisten “expresiones que
contradicen de hecho este enfoque. Debido también a una mentalidad narcisista y
utilitarista, se constatan actitudes de rechazo que conducen a la marginación,
sin considerar que, inevitablemente, la fragilidad pertenece a todos”.
Por lo tanto, es importante, “especialmente en este Día,
promover unacultura de la vida, que
afirme continuamente la dignidad de cada persona, en particular en defensa de
los hombres y mujeres con discapacidad, de cualquier edad y condición social”.
La “roca” de la inclusión En segundo lugar, para el Papa, “una primera ‘roca’ sobre la que se deba edificar nuestra casa es la inclusión”. Esta “debería ser la ‘roca’ sobre la que las instituciones civiles construyan programas e iniciativas, para que nadie quede excluido, especialmente quienes se encuentran en mayor dificultad”, pues “la fuerza de una cadena depende del cuidado que se dé a los eslabones más débiles”.
Respecto a las instituciones eclesiales, el Pontífice reitera
“la exigencia de disponer de instrumentos adecuados y accesibles para
la transmisión de la fe” y desea “que se pongan a disposición de quienes los
necesitan, en cuanto sea posible gratuitamente, incluso a través de las nuevas
tecnologías”.
También alienta a que exista “una formación
ordinaria para sacerdotes, seminaristas, religiosos, catequistas y agentes
de pastoral, sobre la relación entre la discapacidad y el uso de instrumentos
pastorales inclusivos. Que las comunidades parroquiales se comprometan a que se
desarrolle en los fieles el estilo de acogida hacia las personas con
discapacidad”.
La “roca” de la participación activa En tercer lugar, el Sucesor de Pedro considera que para “reconstruir mejor” nuestra sociedad es necesario que la inclusión de quienes son más frágiles comprenda también la promoción de su participación activa”.
De este modo, ante todo, insiste en “el derecho de las personas
con discapacidad a recibir
los sacramentos como los demás miembros de la Iglesia. Todas
las celebraciones litúrgicas de la parroquia deberían ser accesibles, para que
cada uno —junto a los hermanos y hermanas— pueda profundizar, celebrar y vivir
la propia fe”.
“Se debe prestar especial atención a las personas con
discapacidad que aún no han recibido los sacramentos de la iniciación
cristiana: estas podrían ser acogidas e incluidas en el itinerario de
catequesis para la preparación a estos sacramentos. La gracia de la que son
portadores no puede ser negada a nadie”, apunta el Obispo de Roma.
En este sentido, remite a Fratelli Tutti: “Muchas personas con discapacidad
sienten que existen sin pertenecer y sin participar. Hay todavía mucho que les
impide tener una ciudadanía plena. El objetivo no es sólo cuidarlos, sino que
participen activamente en la comunidad civil y eclesial. Es un camino exigente
y también fatigoso, que contribuirá cada vez más a la formación de conciencias
capaces de reconocer a cada individuo como una persona única e irrepetible” (FT, 98).
Riqueza para las parroquias Y subraya que, en efecto, “la participación activa de las personas con discapacidad en la catequesis constituye una gran riqueza para la vida de toda la parroquia”, ya que “injertadas en Cristo en el Bautismo, comparten con Él, en su particular condición, el ministerio sacerdotal, profético y real, evangelizando a través, con y en la Iglesia”.
Finalmente, el Papa Francisco desea “que la voluntad común de
‘reconstruir mejor’ pueda desencadenar sinergias entre
las organizaciones tanto civiles como eclesiales, para edificar, contra toda
intemperie, una ‘casa’ sólida, capaz de acoger también a las personas con
discapacidad, porque está construida sobre la roca de la inclusión y
de la participación activa”.
LARISSA I. LÓPEZ
Mensaje del Santo Padre
El Papa en Audiencia con el Congreso de Personas con Discapacidad (Foto: (C) Osservatore Romano)
Queridos hermanos y hermanas:
La celebración del Día Internacional de las Personas con
Discapacidad me permite este año expresar mi cercanía a quienes están viviendo
situaciones de particular dificultad en esta crisis causada por la pandemia.
Todos estamos en la misma barca en medio de un mar agitado que puede
asustarnos; pero en esta barca a algunos les resulta más difícil, entre ellos a
las personas con discapacidades graves.
El tema de este año es “Reconstruir
mejor: hacia un mundo post Covid-19 que incluya la discapacidad, accesible y
sostenible”. Me llama la atención la expresión “reconstruir mejor”;
evoca la parábola evangélica de la casa construida sobre roca o sobre arena
(cf. Mt 7,24-27; Lc 6,47-49). Por ello,
aprovecho esta preciosa ocasión para compartir algunas reflexiones, siguiendo
precisamente esa parábola.
La
amenaza de la cultura del descarte
En primer lugar, la “lluvia”, los “ríos” y los “vientos” que
amenazan la casa pueden ser identificados con la cultura del descarte,
difundida en nuestro tiempo (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium [EG],53). Para dicha cultura, “partes de la
humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un
sector humano digno de vivir sin límites. En el fondo no se considera ya a las
personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente
si son pobres o discapacitadas” (Carta enc. Fratelli tutti[FT], 18).
Esa cultura afecta principalmente a los sectores más frágiles,
entre los que se encuentran las personas con discapacidad. En los últimos
cincuenta años se han dado pasos importantes, tanto en el ámbito de las
instituciones civiles como de las realidades eclesiales. La conciencia de la
dignidad de cada persona ha aumentado, lo que ha llevado a tomar decisiones
valientes para la inclusión de cuantos padecen una limitación física y/o
psíquica. Sin embargo, todavía subsisten en el sustrato cultural demasiadas
expresiones que contradicen de hecho este enfoque. Debido también a una
mentalidad narcisista y utilitarista, se constatan actitudes de rechazo que
conducen a la marginación, sin considerar que, inevitablemente, la fragilidad pertenece a todos.
En realidad, hay personas con discapacidades incluso graves que, aun con gran
esfuerzo, han encontrado el camino hacia una vida buena y rica de significado,
como hay muchas otras “normalmente dotadas” que sin embargo están
insatisfechas, o a veces desesperadas. “La vulnerabilidad pertenece a la
esencia del ser humano” (cf. Discurso
a los participantes del Congreso “La catequesis y las personas con
discapacidad”, 21 octubre 2017).
Por lo tanto, es importante, especialmente en este Día, promover
una cultura de la vida, que
afirme continuamente la dignidad de cada persona, en particular en defensa de
los hombres y mujeres con discapacidad, de cualquier edad y condición social.
La “roca” de la inclusión
La pandemia que estamos viviendo ha puesto en evidencia aún más
las disparidades y las diferencias que caracterizan nuestro tiempo, sobre todo
en detrimento de los más débiles. “El virus, si bien no hace excepciones entre
las personas, ha encontrado, en su camino devastador, grandes desigualdades y
discriminación. ¡Y las ha incrementado!” (Catequesis en
la Audiencia general, 19 agosto 2020).
Por esta razón, una primera “roca” sobre la que se deba edificar
nuestra casa es la inclusión.
Aunque a veces se abusa de este término, sigue siendo actual la parábola
evangélica del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37).
De hecho, a menudo nos encontramos en el camino de la vida con personas
heridas, que en ocasiones llevan precisamente los rasgos de la discapacidad y
la fragilidad. “La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado
del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y
religiosos. Enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o
indiferentes viajantes que pasan de largo” (FT,
69).
La inclusión debería ser la “roca” sobre la que las
instituciones civiles construyan programas e iniciativas, para que nadie quede
excluido, especialmente quienes se encuentran en mayor dificultad. La fuerza de
una cadena depende del cuidado que se dé a los eslabones más débiles.
Respecto a las instituciones eclesiales, reitero la exigencia de
disponer de instrumentos
adecuados y accesibles para la transmisión de la fe. Además,
deseo que se pongan a disposición de quienes los necesitan, en cuanto sea
posible gratuitamente, incluso a través de las nuevas tecnologías, que han
demostrado ser tan importantes para todos en este período de pandemia.
Asimismo, aliento a que exista una formación
ordinaria para sacerdotes, seminaristas, religiosos,
catequistas y agentes de pastoral, sobre la relación entre la discapacidad y el
uso de instrumentos pastorales inclusivos. Que las comunidades parroquiales se
comprometan a que se desarrolle en los fieles el estilo de acogida hacia las
personas con discapacidad. Crear una parroquia plenamente accesible requiere no
sólo que se eliminen las barreras arquitectónicas, sino que los parroquianos
asuman sobre todo actitudes y acciones de solidaridad y servicio hacia las
personas con discapacidad y hacia sus familias. El objetivo está en que
lleguemos a dejar de hablar de “ellos” y lo hagamos sólo de “nosotros”.
La
“roca” de la participación activa
Para “reconstruir mejor” nuestra sociedad es necesario que la
inclusión de quienes son más frágiles comprenda también la promoción de
su participación activa.
Ante todo, reitero con fuerza el derecho de las personas con
discapacidad a recibir los
sacramentos como los demás miembros de la Iglesia. Todas las
celebraciones litúrgicas de la parroquia deberían ser accesibles, para que cada
uno —junto a los hermanos y hermanas— pueda profundizar, celebrar y vivir la
propia fe. Se debe prestar especial atención a las personas con discapacidad que
aún no han recibido los sacramentos de la iniciación cristiana: estas podrían
ser acogidas e incluidas en el itinerario de catequesis para la preparación a
estos sacramentos. La gracia de la que son portadores no puede ser negada a
nadie.
“En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de
Dios se ha convertido en discípulo misionero. Cada uno de los bautizados,
cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe,
es un agente evangelizador” (EG,
120). Por eso, también las personas con discapacidad, tanto en la sociedad como
en la Iglesia, piden convertirse en sujetos
activos de la pastoral y no sólo en destinatarios. “Muchas
personas con discapacidad sienten que existen sin pertenecer y sin participar.
Hay todavía mucho que les impide tener una ciudadanía plena. El objetivo no es
sólo cuidarlos, sino que participen activamente en la comunidad civil y
eclesial. Es un camino exigente y también fatigoso, que contribuirá cada vez
más a la formación de conciencias capaces de reconocer a cada individuo como
una persona única e irrepetible” (FT,
98). En efecto, la participación activa de las personas con discapacidad en la
catequesis constituye una gran riqueza para la vida de toda la parroquia.
Estas, en efecto, injertadas en Cristo en el Bautismo, comparten con Él, en su
particular condición, el ministerio sacerdotal, profético y real,
evangelizando a través, con y en la Iglesia.
Por consiguiente, también la presencia de personas con
discapacidad entre los catequistas, según sus propias capacidades, representa
un recurso para la comunidad. En este sentido, es preciso favorecer su
formación, para que puedan adquirir además una preparación más avanzada en el
campo teológico y catequético. Espero que en las comunidades parroquiales sean
cada vez más, las personas con discapacidad que puedan convertirse en
catequistas, para transmitir la fe de manera eficaz, también con su propio
testimonio (cf. Discurso a
los participantes del Congreso “La catequesis y las personas con discapacidad”, 21
octubre 2017).
“Peor que esta crisis, es solamente el drama de desaprovecharla”
(Homilía en la Solemnidad de
Pentecostés, 31 mayo 2020). Por eso, animo a cuantos, cada día y a
menudo en el silencio, se sacrifican en favor de las situaciones de fragilidad
y discapacidad. Que la voluntad común de “reconstruir mejor” pueda
desencadenar sinergias entre
las organizaciones tanto civiles como eclesiales, para edificar, contra toda
intemperie, una “casa” sólida, capaz de acoger también a las personas con discapacidad,
porque está construida sobre la roca de la inclusión y de la participación activa.
(zenit – 27 nov. 2020).- El Papa Francisco envió un videomensaje a los participantes de la décima edición del Festival de la Doctrina Social de la Iglesia, a los que animó a seguir comprometidos con el “conocimiento y la formación” para ser “constructores de puentes” que no encuentran “muros sino rostros”.
El evento, titulado “Memoria del futuro”, se celebra del 26 al
29 de noviembre de 2020 en Verona, Italia. Se trata del primer Festival
Nacional de la Doctrina Social de la Iglesia sin monseñor Adriano Vincenzi, el
sacerdote veronés, por años guía de la Fundación Toniolo, el centro diocesano
de investigación social, que fundó el Festival y durante nueve ediciones fue su
principal animador.
Mons. Vincenzi murió a la edad de 68 años el 13 de febrero de
este año. Este Festival será también el primero en difundirse no solo en
Verona, sino como soñaba el prelado, que esté dirigido a toda Italia,
indica Vatican News.
Tras su saludo, el Santo Padre ha señalado que el encuentro,
“con su metodología creativa”, tiene la intención de confrontar “sujetos
diferentes por sensibilidad y acción, pero convergentes en la construcción del
bien común”.
Diferentes circunstancias Francisco ha resaltado que la edición de este año es diferente por las circunstancias de la pandemia, “un escenario que comporta dificultades y graves heridas personales y sociales”. Asimismo, apunta que también es distinta por el fallecimiento de Adriano Vincenzi en febrero.
El Pontífice ha querido recordarle con el “rasgo distintivo de
su servicio” que está en sintonía con palabras suyas en Fratelli
tutti: “una gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos
frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas
secretas del bien que se siembra” (n. 196).
“Memoria del futuro” El Papa ha indicado que el acto “nos invita a esa actitud creativa” que supone “frecuentar el futuro”. Para el cristiano, explica, el futuro significa “esperanza”, es la “vida redimida, la alegría del don del encuentro con el Amor trinitario”. En este sentido, la Iglesia significa “tener la mirada y el corazón creativos y escatológicos” sin ceder a la nostalgia, que es una “patología espiritual”.
Asimismo, ha destacado que no es la nostalgia, que “bloquea la
creatividad y nos convierte en personas rígidas”, sino la memoria, “tan
intrínsecamente ligada al amor y la experiencia”, la que se transforma en una
de las “dimensiones más profundas de la persona humana”. Por eso, dice, la
dinámica del cristiano no es retener el pasado sino “acceder a la memoria
eterna del Padre”.
Comunión e intimidad El Obispo de Roma sostiene que todos “hemos sido generados a la Vida en el Bautismo” y estamos “llamados a realizar la vida en comunión con Dios, en la intimidad de la oración” en su presencia, en “amor por las personas que encontramos”, esto es, en la “caridad”, y en la “madre tierra” significando un “proceso de transfiguración del mundo”.
“Y la Vida recibida en don es la misma vida de Cristo, y no
podemos vivir como creyentes en el mundo sino manifestando su misma vida en
nosotros”, describe. Inmersos en la vida del “Amor trinitario nos volvemos
capaces de la memoria, de la memoria de Dios. Y sólo lo que es amor no cae en
el olvido, precisamente porque encuentra su razón de ser en el amor del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. En este sentido, toda nuestra vida debe ser de
alguna manera una liturgia, una anamnesis, una memoria eterna de la Pascua de
Cristo”, agrega.
Compromiso con el pueblo de Dios El Papa Francisco ha declarado que el significado de este festival es “vivir la memoria del futuro significa comprometerse a hacer de la Iglesia, el gran pueblo de Dios (cf. Lumen Gentium, 6), el principio y la semilla del reino de Dios en la tierra. Vivir como creyentes inmersos en la sociedad manifestando la vida de Dios que recibimos como don en el Bautismo, para que ahora tengamos memoria de esa vida futura en la que estaremos juntos ante el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.
Esta es, continúa, una “nos ayuda a superar la tentación de la
utopía, de reducir el anuncio del Evangelio a un simple horizonte sociológico o
de que nos embarquen en el ‘marketing’ de
las diversas teorías económicas o bandos políticos”.
De este modo, anota, es posible “fascinar el corazón y la mirada
de las personas con el Evangelio de Jesús” y ayudar a que “fecunden proyectos
de nueva economía inclusiva y de política capaz de amor”.
GABRIEL SALES TRIGUERO
Mensaje del Santo Padre
Papa Francisco (Foto: (C) Vatican Media)
Un cordial saludo al obispo y a todos vosotros los que
participáis, en Verona y en las diversas ciudades italianas conectadas por
internet, en el Festival de la Doctrina Social de la Iglesia que, con su
metodología creativa, quiere iniciar una confrontación entre sujetos diferentes
por sensibilidad y por acción, pero convergentes en la construcción del bien
común.
Es una edición diferente a la habitual, porque estamos
enfrentándonos a la pandemia todavía presente, un escenario que comporta
dificultades y graves heridas personales y sociales.
Y es una edición algo diferente también porque, por primera vez,
Don Adriano Vincenzi no está con vosotros para respaldar este evento formativo
que ahora llega a su décima edición. Queremos recordarlo en el rasgo distintivo
de su servicio, con palabras que están en sintonía con lo que escribí en la
última Encíclica Fratelli tutti: «Una
gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por
otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra
(n. 196).
Este año el tema que habéis elegido es Memoria del Futuro. Suena
un poco extraño pero es creativo: “Memoria del Futuro”. Nos invita a esa
actitud creativa que podemos decir que es “frecuentar el futuro”. Para
nosotros los cristianos, el futuro tiene un nombre y este nombre es esperanza.
La esperanza es la virtud de un corazón que no se cierra en la oscuridad, no se
detiene en el pasado, no “se apaña” en el presente, sino que sabe ver el
mañana. Para nosotros los cristianos, ¿qué significa el mañana? Es la vida
redimida, la alegría del don del encuentro con el Amor trinitario. En este
sentido, ser Iglesia significa tener la mirada y el corazón creativos y
escatológicos sin ceder a la tentación de la nostalgia, que es una verdadera y
propia patología espiritual.
Un pensador ruso, Ivanovic Ivanov, afirma que sólo existe lo que
Dios recuerda. Por eso la dinámica de los cristianos no es retener con
nostalgia el pasado, sino acceder a la memoria eterna del Padre; y esto es
posible viviendo una vida de caridad. Por lo tanto, no la nostalgia, que
bloquea la creatividad y nos convierte en personas rígidas e ideológicas
incluso en el ámbito social, político y eclesial, sino la memoria, tan
intrínsecamente ligada al amor y a la experiencia, que se convierte en una de
las dimensiones más profundas de la persona humana.
Todos nosotros hemos sido generados a la Vida en el Bautismo.
Hemos recibido el don de la vida que es la comunión con Dios, con los demás y
con la creación. Así, pues, estamos llamados a realizar la vida en comunión con
Dios, es decir, en la intimidad de la oración en la presencia del Señor, en el
amor por las personas que encontramos, o sea, en la caridad, y finalmente por
la madre tierra, lo que indica un proceso de transfiguración del mundo.
Y la Vida recibida en don es la misma vida de Cristo, y no
podemos vivir como creyentes en el mundo sino manifestando su misma vida en
nosotros. Injertados en la vida del Amor trinitario nos volvemos capaces de la
memoria, de la memoria de Dios. Y sólo lo que es amor no cae en el olvido,
precisamente porque encuentra su razón de ser en el amor del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo. En este sentido, toda nuestra vida debe ser de alguna
manera una liturgia, una anamnesis, una memoria eterna de la Pascua de Cristo.
He aquí, pues, el significado del Festival de este año: vivir la
memoria del futuro significa comprometerse a hacer de la Iglesia, el gran
pueblo de Dios (cf. Lumen
Gentium, 6), el principio y la semilla del reino de Dios en la
tierra. Vivir como creyentes inmersos en la sociedad manifestando la vida de
Dios que recibimos como don en el Bautismo, para que ahora tengamos memoria de
esa vida futura en la que estaremos juntos ante el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo.
Esta actitud nos ayuda a superar la tentación de la utopía, de
reducir el anuncio del Evangelio a un simple horizonte sociológico o de que nos
embarquen en el “marketing”
de las diversas teorías económicas o bandos políticos.
En el mundo con la fuerza y la creatividad de la vida de Dios en
nosotros: así sabremos fascinar el corazón y la mirada de las personas con el
Evangelio de Jesús, ayudaremos a que fecunden proyectos de nueva economía
inclusiva y de política capaz de amor.
Quisiera dirigir unas palabras en particular a los diferentes
actores de la vida social reunidos con ocasión del Festival: al mundo de los
empresarios, de los profesionales, de los representantes del mundo
institucional, de la cooperación, de la economía y de la cultura: seguid
comprometiéndoos en el camino que Don Adriano Vincenzi trazó con vosotros para
el conocimiento y la formación en la doctrina social de la Iglesia.
Constructores de puentes: los que se reúnen aquí no encuentren muros sino
rostros…
Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.
(zenit – 21 nov. 2020).- Durante la clausura del evento Economía de Francisco, el Papa Francisco ha enviado un videomensaje a los jóvenes participantes, conectados con la basílica de San Francisco de Asís, Italia. Un pacto que el Santo Padre quiso firmar, virtualmente, para una nueva economía a escala humana.
“El Papa Francisco y los jóvenes de todo el mundo para la
economía del mañana” es un evento internacional, promovido por el Pontífice,
que reúne a jóvenes economistas y empresarios de todo el mundo. En él los ha
invitado a adquirir un compromiso compartido, un proceso de cambio global,
inspirado en el espíritu de san Francisco.
“Gracias por estar allí, por todo lo que trabajaron y se
comprometieron estos meses a pesar de los cambios en el programa; lejos de
desanimarse supe del nivel de reflexión, calidad, seriedad y responsabilidad
con que trabajaron: no dejaron afuera nada de lo que les alegra, preocupa,
indigna y moviliza a cambiar”, comienza el discurso del Santo Padre.
“La gravedad de la situación actual, que la pandemia de COVID-19
puso aún más en evidencia, exige una responsable toma de conciencia de todos
los actores sociales, de todos nosotros, entre los que ustedes tienen un papel
primordial: las consecuencias de nuestras acciones y decisiones los afectarán
en primera persona, por tanto, no pueden quedarse afuera de la gestación no ya
de vuestro futuro sino de vuestro presente. No pueden permanecer fuera de donde
se gesta el presente y el futuro. O están involucrados o la historia los
aventajará”, destacó Francisco.
En este sentido, Francisco recordó que “de una crisis no se sale
igual: salimos mejor o peor”. “Alimentemos lo bueno, aprovechemos la
oportunidad y pongámonos todos al servicio del bien común. Ojalá que al final
ya no estén ‘los otros’, sino aprendamos a desarrollar un estilo de vida capaz de
decir ‘nosotros’. Pero un ‘nosotros’ grande, no un ‘nosotros’ pequeño y después
los demás’, no; esto no va”, indicó.
“Es hora de que se conviertan en protagonistas de su vida y de
todo el tejido social. No pensemos por ellos, pensemos con ellos. Recuerden el
legado de la Ilustración, de las elites iluminadas. Todo por el pueblo, nada
con el pueblo. Y eso no es bueno. No pensamos por ellos, pensamos con ellos. Y
desde ellos aprendamos a dar el paso a modelos económicos que nos beneficiarán
a todos porque el eje estructurante y decisional será determinado por el
desarrollo humano integral, tan bien desarrollado por la doctrina social de la
Iglesia”, expresó el Obispo de Roma en su videomensaje.
La política y la economía, agregó, “no deben ‘someterse a los
dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el
bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en
diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida humana’, insiste.
“Sin esta centralidad y direccionalidad quedaremos presos de una circularidad
alienante que lo único que perpetuará será dinámicas de degrado, exclusión,
violencia y polarización”, pues “la producción, al fin y al cabo, no tiene otra
razón de ser que el servicio a la persona”.
Es tiempo, “queridos jóvenes economistas, emprendedores, trabajadores y empresarios, de arriesgarse a propiciar y estimular modelos de desarrollo, progreso y sustentabilidad donde las personas, pero especialmente los excluidos —en los que incluyo la hermana tierra— dejen de ser, en el mejor de los casos, una presencia meramente nominal, técnica o funcional para transformarse en protagonistas de sus vidas como del entero entramado social”, continuó el Sucesor de Pedro.
LARISSA I. LÓPEZ
Mensaje del Santo Padre
Papa Francisco en la JMJ de Polonia, 2016 (Foto: (C) Vatican Media)
Queridos jóvenes, buenas tardes.
Gracias por estar allí, por todo lo que trabajaron y se
comprometieron estos meses a pesar de los cambios en el programa; lejos de
desanimarse supe del nivel de reflexión, calidad, seriedad y responsabilidad
con que trabajaron: no dejaron afuera nada de lo que les alegra, preocupa,
indigna y moviliza a cambiar.
La idea original era encontrarnos en Asís para inspirarnos en
las huellas de san Francisco. Desde el Crucifijo de San Damián y desde otros
rostros —como el del leproso— el Señor le salió al encuentro, lo convocó y lo
envió con una misión; lo despojó de los ídolos que lo aislaban, de las
perplejidades que lo paralizaban y encerraban en la habitual flojera del
“siempre se hizo así” —esta es una debilidad— o de la tristeza dulzona e
insatisfecha de los que viven sólo para sí, para regalarle la capacidad de
entonar un canto de alabanza, signo de alegría, libertad y entrega. Por eso
para mí este encuentro virtual en Asís no es un punto de llegada sino el
puntapié inicial de un proceso que estamos invitados a vivir como vocación,como cultura y como pacto. Como vocación, cultura y pacto.
La vocación de Asís “Ve, Francisco, repara mi casa que, como ves está en ruinas”. Estas fueron las palabras que movilizaron al joven Francisco y que se vuelven un llamado especial para cada uno de nosotros. Cuando se sienten convocados, involucrados y protagonistas de la “normalidad” a construir, ustedes saben decir “sí”, y eso da esperanza. Sé que aceptaron esta convocatoria de forma inmediata porque son capaces de ver, analizar y experimentar que, así como vamos, no podemos seguir, lo mostró claramente el nivel de adhesión, inscripción y participación a este pacto, que ha ido más allá de las capacidades. Ustedes manifiestan una sensibilidad e inquietud especial para identificar los aspectos cruciales que nos reclaman. Lo hicieron desde una perspectiva particular: la economía, que es su ámbito de investigación, estudio y trabajo. Saben que apremia otra narración económica, se necesita asumir responsablemente que “el actual sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista”[1] y golpea principalmente a nuestra hermana tierra, tan gravemente maltratada y expoliada, y a los más pobres y excluidos. Van unidos: tú espolias la tierra y habrá muchos pobres excluidos. Ellos son los primeros afectados… e incluso, los primeros olvidados.
Pero cuidado con dejarse convencer de que esto sea sólo un
recurrente lugar común. Ustedes son mucho más que un “rumor” superficial y
pasajero que se adormece y narcotiza con el tiempo. Si no queremos que esto
pase, están llamados a incidir concretamente en vuestras ciudades y
universidades, trabajos y sindicatos, emprendimientos y movimientos, cargos
públicos y privados con inteligencia, empeño y convicción para llegar al núcleo
y al corazón donde se gestan y deciden los relatos y paradigmas.[2] Esto me
movilizó a invitarlos a realizar este pacto. La gravedad de la situación
actual, que la pandemia de Covid puso aún más en evidencia, exige una
responsable toma de conciencia de todos los actores sociales, de todos
nosotros, entre los que ustedes tienen un papel primordial: las consecuencias
de nuestras acciones y decisiones los afectarán en primera persona, por tanto,
no pueden quedarse afuera de la gestación no ya de vuestro futuro sino de
vuestro presente. No pueden permanecer fuera de donde se gesta el presente y el
futuro. O están involucrados o la historia los aventajará.
Una nueva cultura Necesitamos un cambio, queremos un cambio, buscamos un cambio.[3] El problema surge cuando nos damos cuenta de que para muchas de las dificultades que nos acucian no contamos con respuestas suficientes e inclusivas; es más, padecemos de una fragmentación en los diagnósticos y análisis que terminan por paralizar toda posible solución. Básicamente nos falta la cultura necesaria que posibilite y estimule la puesta en marcha de miradas distintas plasmadas en un tipo de pensamiento, de política, de programas educativos e, incluso, de una espiritualidad que no se deje encerrar por una única lógica dominante.[4] Si bien urge encontrar respuestas, es imperioso fomentar y alentar liderazgos capaces de gestar cultura, iniciar procesos —no se olviden de esta palabra: iniciar procesos—, marcar caminos, ampliar horizontes, crear pertenencias… toda búsqueda de administrar, cuidar y mejorar nuestra casa común —si quiere ser significativa— reclama cambios en “los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, en las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”.[5] Sin realizar esto, no harán nada.
Necesitamos liderazgos comunitarios e institucionales que puedan
asumir los problemas sin quedar prisioneros de estos y de las propias
insatisfacciones y así desafiar el sometimiento —tantas veces inconsciente— a
ciertas lógicas (ideológicas) que terminan por justificar y paralizar toda
acción ante las injusticias. Recordemos, por ejemplo, como bien señaló
Benedicto XVI, que el hambre “no depende tanto de la escasez material, cuanto
de la insuficiencia de recursos sociales, el más importante de los cuales es de
tipo institucional”.[6] Si son capaces capaz de resolver esto, tendrán el
camino abierto para el futuro. Repito el pensamiento del papa Benedicto: el
hambre no depende tanto de la escasez material, cuanto de la insuficiencia de
recursos sociales, el más importante de los cuales es de tipo institucional.
La crisis social y económica que muchos padecen en carne propia
y que está hipotecando el presente y el futuro en el abandono y la exclusión de
tantos niños, adolescentes y familias enteras no tolera que privilegiemos los
intereses sectoriales por encima del bien común. Debemos volver en cierta media
a la mística del bien común. En ese sentido, permítanme resaltar un ejercicio
que experimentaron como metodología para una sana y revolucionaria resolución
de conflictos. Durante estos meses compartieron diversas reflexiones y marcos
teóricos valiosos. Tuvieron la capacidad de encontrarse en doce ejes —las
“aldeas”, así los llaman ustedes—: doce temáticas para debatir, discutir y
encontrar caminos posibles. Vivieron la tan necesaria cultura del encuentro, que
es lo opuesto a la cultura
del descarte, que está de moda. Y esta cultura de encuentro
propicia que muchas voces puedan sentarse en una misma mesa para dialogar,
pensar, discutir y crear desde una perspectiva poliédrica, las diversas
dimensiones y respuestas a los problemas globales que afectan a nuestros
pueblos y democracias.[7] ¡Qué difícil es avanzar hacia soluciones reales
cuando se desprestigió, calumnió y descontextualizó al interlocutor que no
piensa como nosotros! Este descreditar, calumniar o descontextualizar al
interlocutor que no piensa como nosotros es una forma de defenderse
cobardemente de las decisiones que tendría que tomar para resolver tantos
problemas. Nunca nos olvidemos de que “el todo es superior a la parte, y
también es más que la mera suma de ellas”,[8] y de que “la mera suma de los
intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la
humanidad”.[9]
Este ejercicio de encontrarse más allá de todas las legítimas
diferencias es el paso fundamental para cualquier transformación que ayude a la
gestación de una nueva mentalidad cultural y, por tanto, económica, política y
social; porque no será posible comprometerse con grandes cosas sólo desde una
perspectiva teórica o individual sin una mística que los anime, sin unos
móviles interiores que den sentido, sin una pertenencia y un arraigo que dé
aliento a la acción personal y comunitaria.[10]
Así el futuro será un tiempo especial donde nos sintamos
convocados a reconocer la urgencia y la hermosura del desafío que se presenta.
Un tiempo que nos recuerda que no estamos condenados a modelos económicos que
centren su interés inmediato en las ganancias como patrón de medida y en la
búsqueda de políticas públicas afines que ignoran el costo humano, social y
ambiental de las mismas.[11] Como si contáramos con una disponibilidad
absoluta, infinita o neutra de los recursos. No, no estamos forzados a seguir
admitiendo y tolerando silenciosamente con nuestras prácticas “que unos se
sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos”
[12] o privilegios para el goce garantido de determinados recursos y servicios
fundamentales.[13] Tampoco alcanza concentrarse y buscar paliativos en el
tercer sector o en modelos filantrópicos. Si bien su labor es crucial, no
siempre son capaces de asumir estructuralmente los actuales desajustes que
afectan a los más excluidos y perpetúan, sin querer, las injusticias que
pretenden revertir. Porque no se trata solo o exclusivamente de socorrer las
necesidades más básicas de nuestros hermanos. Es necesario asumir
estructuralmente que los pobres tienen la dignidad suficiente para sentarse en
nuestros encuentros, participar de nuestras discusiones y llevar el pan a sus
mesas. Y esto es mucho más que asistencialismo. Estamos hablando de una
conversión y transformación de nuestras prioridades y del lugar del otro en
nuestras políticas y en el orden social.
En pleno siglo XXI “ya no se trata simplemente del fenómeno de
la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda
afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues
ya no se está en ella abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está
fuera”.[14] Pongan cuidado a esto: con la exclusión queda dañada, en su misma
raíz, la pertenencia a la sociedad en la que se vive, desde el momento en que
ya no se está en los suburbios, en la periferia, o sin poder, sino que se está
fuera de ella. Es la cultura del descarte, que no sólo descarta, sino que
obliga a vivir en el propio descarte, que deja invisibles tras el muro de la
indiferencia y del confort.
Recuerdo la primera vez que vi un barrio cerrado. No sabía que existían.
Fue en 1970. Tuve que ir a visitar algunos noviciados de la Compañía, y llegué
a un país y, luego, pasando por la ciudad, me dijeron: “No, por ahí no se puede
ir, porque es un barrio cerrado”. En el interior había muros, y dentro estaban
las casas, las calles, pero cerrado: es decir, un barrio que vivía en la
indiferencia. Me impresionó mucho ver esto. Pero después esto ha aumentado,
aumentado…, y estaba en todas partes. Pero te pregunto: ¿Tu corazón es como un
barrio cerrado?
El pacto de Asís No podemos permitirnos seguir postergando algunas cuestiones. Esta enorme e inaplazable tarea exige un compromiso generoso en el ámbito cultural, en la formación académica y en la investigación científica, sin perdernos en modas intelectuales o poses ideológicas —que son islas—, que nos aíslen de la vida y del sufrimiento concreto de la gente.[15] Es tiempo, queridos jóvenes economistas, emprendedores, trabajadores y empresarios, de arriesgarse a propiciar y estimular modelos de desarrollo, progreso y sustentabilidad donde las personas, pero especialmente los excluidos —en los que incluyo la hermana tierra— dejen de ser, en el mejor de los casos, una presencia meramente nominal, técnica o funcional para transformarse en protagonistas de sus vidas como del entero entramado social.
Esto no es algo nominal: están los pobres, los excluidos… No,
no: que esa presencia no sea nominal, ni técnica, ni funcional, no. Es hora de
que se conviertan en protagonistas de su vida y de todo el tejido social. No
pensemos por ellos,
pensemos con ellos.
Recuerden el legado de la Ilustración, de las elites iluminadas. Todo por el pueblo, nada con el pueblo. Y eso no es
bueno. No pensamos por ellos,
pensamos con ellos.
Y desde ellos aprendamos a dar el paso a modelos económicos que nos
beneficiarán a todos porque el eje estructurante y decisional será determinado
por el desarrollo humano
integral, tan bien desarrollado por la doctrina social de la
Iglesia. La política y la economía no deben “someterse a los dictámenes y al
paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común,
necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se
coloquen decididamente al servicio de la vida humana”[16]. Sin esta centralidad
y direccionalidad quedaremos presos de una circularidad alienante que lo único
que perpetuará será dinámicas de degrado, exclusión, violencia y polarización:
“La producción, al fin y al cabo, no tiene otra razón de ser que el servicio a
la persona. Si existe, es para reducir las desigualdades, combatir las
discriminaciones, librar de la esclavitud. […] No basta aumentar la riqueza
común para que sea repartida equitativamente —no, no es suficiente esto—, no
basta promover la técnica para que la tierra sea más habitable”.[17] Tampoco
esto es suficiente.
La perspectiva del desarrollo
humano integral es una buena noticia a profetizar y
efectivizar —y estos no son sueños: este es el camino— una buena noticia de
profetizar y de efectivizar, porque nos propone reencontrarnos como humanidad
en lo mejor de nosotros mismos: el sueño de Dios de aprender a hacernos cargo
del hermano y del hermano más vulnerable (cf. Gn 4,9). “La grandeza de la humanidad está
determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre
—la medida de la humanidad—. Esto es válido tanto para el individuo como para
la sociedad”;[18] grandeza que debe encarnarse también en nuestras decisiones y
modelos económicos.
Cuánto bien hace dejar resonar las palabras de san Pablo VI,
cuando buscando que el mensaje evangélico permeara y guiara todas las
realidades humanas escribía: “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento
económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los
hombres y a todo el hombre —a todos los hombres y a todo el hombre—. […]
Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo
de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el
hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad
entera”.[19]
En este sentido, muchos de ustedes tendrán la posibilidad de
actuar e incidir en decisiones macroeconómicas donde se juega el destino de
muchas naciones. Estos escenarios también necesitan de personas preparadas,
“mansas como palomas y astutas como serpientes” (Mt 10,16), capaces de “velar por el desarrollo
sustentable de los países y la no sumisión asfixiante de éstos a sistemas
crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a
mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia”.[20] Los sistemas de
crédito son por sí solos un camino hacia la pobreza y la dependencia. Este
legítimo clamor requiere suscitar y acompañar un modelo de solidaridad
internacional que reconozca y respete la interdependencia entre las naciones y
favorezca los mecanismos de control capaces de evitar todo tipo de
sometimiento, así como velar por la promoción especialmente de los países
sumergidos y emergentes; cada pueblo está llamado a volverse artífice de su
destino y del mundo entero.[21]
Queridos jóvenes: “Hoy estamos ante la gran oportunidad de
manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que
carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y
resentimientos”.[22] Un futuro imprevisible ya está en gestación; cada uno de ustedes,
desde su lugar de acción y decisión puede aportar mucho; no elijan los atajos
que seducen y les impiden mezclarse para ser levadura allí donde se encuentran
(cf. Lc 13,20-21).
Nada de atajos, levadura, ensuciarse las manos. Pasada la crisis sanitaria en
la que nos encontramos, la peor reacción sería de caer aún más en una fiebre
consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. No se olviden que de
una crisis no se sale igual: salimos mejor o peor. Alimentemos lo bueno,
aprovechemos la oportunidad y pongámonos todos al servicio del bien común.
Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino aprendamos a desarrollar un
estilo de vida capaz de decir “nosotros”.[23] Pero un “nosotros” grande, no un
“nosotros” pequeño y después “los demás”, no; esto no va.
La historia nos enseña que no hay sistemas ni crisis que hayan podido anular por completo la capacidad, el ingenio y la creatividad que Dios sigue alentando en los corazones. Con dedicación y fidelidad a vuestros pueblos, a vuestro presente y a vuestro futuro, ustedes pueden unirse a otros para tejer una nueva manera de forjar la historia. No teman involucrarse y tocar el alma de las ciudades con la mirada de Jesús; no teman habitar sin miedo los conflictos y encrucijadas de la historia para ungirlos con el aroma de las bienaventuranzas. No teman, porque nadie se salva solo. Nadie se salva solo. A ustedes jóvenes provenientes de 115 países, los invito a reconocer que nos necesitamos para gestar esta cultura económica capaz de “hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros, a crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos, e inspire a los jóvenes —a todos los jóvenes, sin excepción— la visión de un futuro lleno de la alegría del Evangelio”.[24] Gracias.
[1] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 61. En adelante LS. [2] Cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 74. En adelante EG. [3] Cf. Discurso en el Encuentro mundial de los movimientos populares, Santa Cruz de la Sierra (9 julio 2015). [4] Cf. LS, 111. [5] S. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 58. [6] Carta enc. Caritas in veritatis (29 junio 2009), 27. [7] Cf. Discurso al Seminario “Nuevas formas de solidaridad” organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales (5 febrero 2020). Recordemos que «la verdadera sabiduría, producto de la reflexión, del diálogo y del encuentro generoso entre las personas, no se consigue con una mera acumulación de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación mental» (LS, 47). [8] EG, 235. [9] Carta. enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 105. En adelante FT. [10] Cf. LS, 216. [11] Propiciando, si es necesario, la evasión fiscal, el no cumplimiento de los derechos de los trabajadores, así como «la posibilidad de corrupción por parte de algunas de las empresas más grandes del mundo, no pocas veces en sintonía con el sector político gobernante» (Discurso al Seminario “Nuevas formas de solidaridad”, cit.). [12] LS, 90. Por ejemplo «culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo» (LS, 50). [13] Si bien todos contamos con la misma dignidad, no todos parten del mismo lugar y con las mismas posibilidades a la hora de pensar el orden social. Esto nos cuestiona y nos exige pensar en caminos para que la libertad y la igualdad no sea un dato meramente nominal propenso a promover injusticias (cf. FT, 21-23). Nos hará bien preguntarnos: «¿Qué ocurre sin la fraternidad cultivada conscientemente, sin una voluntad política de fraternidad, traducida en una educación para la fraternidad, para el diálogo, para el descubrimiento de la reciprocidad y el enriquecimiento mutuo como valores?» (FT, 103). [14] EG, 53. En un mundo de virtualidades, cambios y fragmentación, los derechos sociales no pueden ser solamente exhortativos o apelativos nominales, sino que han de ser faro y brújula para el camino porque «la salud institucional de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en la calidad de vida humana» (LS, 142). [15] Cf. Const. ap. Veritatis gaudium (8 diciembre 2017), 3. [16] LS, 189. [17] S. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 34. En adelante PP. [18] Benedicto XVI, Canta enc. Spe Salvi (30 noviembre 2007), 38. [19] PP, 14. [20] Discurso a la Asamblea General de la ONU (25 septiembre 2015). [21] Cf. PP, 65. [22] FT, 77. [23] Cf. ibíd., 35. [24] Discurso al inicio del Sínodo dedicado a los jóvenes (3 octubre 2018).
(zenit – 19 nov. 2020).- El Papa Francisco ha enviado un videomensaje a los participantes del Seminario virtual sobre el tema “América Latina: Iglesia, Papa Francisco y los escenarios de la pandemia”.
Se trata de un evento promovido por la Comisión Pontificia para América
Latina, la Academia Pontificia de Ciencias Sociales y el Consejo Episcopal
Latinoamericano (CELAM), que se celebra del 19 al 20 de noviembre.
En el videomensaje, el Santo Padre agradece a los organizadores esta
iniciativa y augura “que pueda inspirar caminos, despertar procesos, crear
alianzas e impulsar todos los mecanismos necesarios para garantizar una vida
digna a nuestros pueblos, especialmente a los más excluidos, a través de la
vivencia de la fraternidad y la construcción de la amistad social”.
“Cuando digo los más excluidos”, continúa el Papa, “no lo digo como
diciendo dar la limosna a los más excluidos, o como un gesto de beneficencia,
no, sino como clave hermenéutica. De allá tenemos que empezar, de toda
periferia humana, de toda, si no empezamos de allá nos vamos a equivocar”.
“Y esta quizás es la primera depuración del pensamiento que tenemos que
hacer”, añade.
Igualmente, Francisco resalta cómo “la pandemia ha dejado ver lo mejor y
lo peor de nuestros pueblos y lo mejor y lo peor de cada persona. Ahora, más
que nunca, es necesario retomar la conciencia de nuestra pertenencia común. El
virus nos recuerda que la mejor forma de cuidarnos es aprendiendo a cuidar y
proteger a los que tenemos al lado: conciencia de barrio, conciencia de pueblo,
conciencia de región, conciencia de casa común”.
Ante el difícil panorama que se presenta, el Pontífice afirma que “los
pueblos latinoamericanos nos enseñan que son pueblos con alma que supieron
enfrentar con valentía las crisis y supieron engendrar voces que gritando en el
desierto allanaron los caminos del Señor (cf. Mc 1,3)”.
“Por favor, ¡no nos dejemos robar la esperanza! El camino de la
solidaridad como justicia es la mejor expresión de amor y de cercanía. De esta
crisis, podemos salir mejores, y así lo han testimoniado tantas hermanas y
hermanos nuestros en la entrega cotidiana de su vida y en las iniciativas que
el Pueblo de Dios fue generando”, subraya.
Así, el Obispo de Roma invita a que, “impulsados por la luz del Evangelio,
continúen saliendo junto a todas las personas de buena voluntad en busca de los
que claman por ayuda, a la manera del buen samaritano, abrazando a los más
débiles y construyendo —está muy desgastada la expresión, pero la voy a decir
igual— construyendo una nueva civilización, pues, “el bien, como también el
amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han
de ser conquistados cada día” (Fratelli
tutti, 11).
LARISSA I. LÓPEZ
Mensaje del Santo Padre
Saludo a los participantes en este Seminario virtual titulado: “América
Latina: Iglesia, Papa Francisco y los escenarios de la pandemia”, cuyo objetivo
es reflexionar y analizar la situación de pandemia del COVID-19 en América
Latina, sus consecuencias y, sobre todo, las posibles líneas de acción y ayuda
solidaria a desarrollar por todos los que forman parte y entretejen la belleza
y la esperanza del continente. Agradezco a los organizadores por esta
iniciativa y auguro que pueda inspirar caminos, despertar procesos, crear
alianzas e impulsar todos los mecanismos necesarios para garantizar una vida
digna a nuestros pueblos, especialmente a los más excluidos, a través de la vivencia
de la fraternidad y la construcción de la amistad social. Cuando digo los más
excluidos, no digo, no lo digo como diciendo dar la limosna a los más
excluidos, o como un gesto de beneficencia, no, sino como clave hermenéutica.
De allá tenemos que empezar, de toda periferia humana, de toda, si no empezamos
de allá nos vamos a equivocar. Y esta quizás es la primera depuración del
pensamiento que tenemos que hacer.
La pandemia del Covid amplificó y puso en mayor evidencia los problemas y
las injusticias socio-económicos que ya afectaban gravemente a Latinoamérica
toda y con mayor dureza a los más pobres.
Ante las desigualdades y la discriminación, que aumentan la brecha social,
se suman las difíciles condiciones en las que se encuentran los enfermos, y
muchas familias que atraviesan tiempo de incertidumbre, y sufren situaciones de
injusticia social. Y esto se evidencia al constatar que no todos cuentan con
los recursos necesarios para llevar adelante las mínimas medidas de protección
contra el COVID-19: techo seguro donde poder cumplir el distanciamiento social,
agua, recursos sanitarios para higienizarse y desinfectar los ambientes,
trabajo estable que garantice el acceso a los beneficios, por nombrar los más
imprescindibles. Creo que esto tenemos que grabarlo mucho. Es ser concreto. No
sólo como medida de protección —como mencioné recién—, sino como hechos que nos
tienen que alarmar. ¿Todos tienen techo seguro? ¿Todos tienen acceso al agua?
¿Tienen recursos para higienizarse y desinfectar los ambientes? ¿Tienen trabajo
estable? La pandemia hizo aún más visible nuestras vulnerabilidades
preexistentes.
Estoy pensando también en este momento, en los hermanos y hermanas que
además de sufrir el embate de la pandemia, ven con tristeza que el ecosistema
de su entorno está en serio peligro por los incendios forestales que destruyen
extensas zonas como el pantanal, la amazonia, que son el pulmón de América
Latina y del mundo.
Somos conscientes de que los efectos devastadores de la pandemia los
seguiremos viviendo por mucho tiempo, sobre todo en nuestras economías, que
requieren atención solidaria y propuestas creativas para alivianar el peso de
la crisis. En el Reino de Dios, que inicia ya en este mundo, el pan llega a
todos y sobra, la organización social se basa en el contribuir, compartir y
distribuir, no en el poseer, excluir y acumular. Estas dos ternas, creo que
tienen que marcar un poco el ritmo de nuestro pensamiento. En el Reino de Dios
el pan llega a todos y sobra; y la organización social se basa en el contribuir,
compartir y distribuir, no en el poseer, excluir y acumular. Por ello, todos
estamos llamados, individual y colectivamente, a realizar nuestro trabajo o
misión con responsabilidad, con transparencia y con honestidad.
La pandemia ha dejado ver lo mejor y lo peor de nuestros pueblos y lo
mejor y lo peor de cada persona. Ahora, más que nunca, es necesario retomar la
conciencia de nuestra pertenencia común. El virus nos recuerda que la mejor
forma de cuidarnos es aprendiendo a cuidar y proteger a los que tenemos al
lado: conciencia de barrio, conciencia de pueblo, conciencia de región,
conciencia de casa común. Sabemos que junto con la pandemia del COVID-19,
existen otros malestares sociales —la falta de techo, la falta de tierra y la
falta de trabajo, las famosas tres “T”— que marcan como el nivel y estos
requieren una respuesta generosa y una atención inmediata.
Ante este sombrío panorama, los pueblos latinoamericanos nos enseñan que
son pueblos con alma que supieron enfrentar con valentía las crisis y supieron
engendrar voces que gritando en el desierto allanaron los caminos del Señor
(cf. Mc 1,3). Por favor, ¡no nos dejemos robar la esperanza!
El camino de la solidaridad como justicia es la mejor expresión de amor y de
cercanía. De esta crisis, podemos salir mejores, y así lo han testimoniado
tantas hermanas y hermanos nuestros en la entrega cotidiana de su vida y en las
iniciativas que el Pueblo de Dios fue generando.
Hemos visto “la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en
valientes y generosas entregas” (Momento extraordinario de oración en
tiempos de epidemia, 27 marzo 2020). En este punto me dirijo también a
quienes ejercen responsabilidades políticas y me permito, una vez más, convocar
para rehabilitar la política, que “es una altísima vocación, que es una de las
formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. Como dije en
la reciente Encíclica Fratellitutti:
“Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad
social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la
capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles.
Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la
caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando
se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad, procesos sociales
de justicia para todos, entra en ‘el campo de la más amplia caridad, la caridad
política’. Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea
la caridad social” (Fratelli tutti, 180).
Y esto nos pide a todos aquellos que tenemos una función de liderazgo
aprender el arte del encuentro y no propiciar ni avalar o utilizar mecanismos
que hagan de la grave crisis una herramienta de carácter electoral o social. La
profundidad de la crisis reclama proporcionalmente la altura de la clase
política dirigente capaz de levantar la mirada y dirigir y orientar las
legítimas diferencias en la búsqueda de soluciones viables para nuestros
pueblos. El desprestigio del otro lo único que logra es dinamitar la
posibilidad de encontrar acuerdos que ayuden a aliviar en nuestras comunidades,
pero principalmente a los más excluidos, los efectos de la pandemia. Y nosotros
tenemos en América Latina, no sé en todo, pero en gran parte de América Latina,
tenemos una habilidad muy grande para progresar en el desprestigio del otro.
¿Quién paga ese proceso de desprestigio? Lo paga el pueblo, progresamos en el
desprestigio del otro a costa de los más pobres, a costa del pueblo. Es tiempo
que la nota distintiva de aquellos que fueron ungidos por sus pueblos para
gobernarlos sea el servicio al bien común y no que el bien común sea puesto al
servicio de sus intereses. Todos conocemos las dinámicas de la corrupción que
va por este lado. Y esto vale también para los hombres y mujeres de Iglesia;
porque las internas eclesiásticas son una verdadera lepra que enferma y mata el
Evangelio.
Los invito a que, impulsados por la luz del Evangelio, continúen saliendo
junto a todas las personas de buena voluntad en busca de los que claman por
ayuda, a la manera del buen samaritano, abrazando a los más débiles y construyendo
—está muy desgastada la expresión, pero la voy a decir igual— construyendo una
nueva civilización, pues, “el bien, como también el amor, la justicia y la
solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados
cada día” (Fratelli tutti, 11).
Frente a estos grandes desafíos, pidámosle a la Guadalupana que nuestra
tierra latinoamericana no se desmadre, es decir: que no pierda la memoria de su
madre. Que la crisis lejos de separarnos nos ayude a recuperar y valorar la
conciencia de ese mestizaje común que nos hermana y nos vuelve hijos de un
mismo Padre.
Una vez más nos hará bien recordar que la unidad es superior al conflicto.
Que su manto, su manto de Madre y de Mujer, nos cobije en un solo pueblo que,
luchando por la justicia, pueda decir: “Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres” (Lc 1,54-55).
Muchas gracias.
(zenit – 12 nov. 2020).- Con motivo del 40 aniversario de la fundación del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), el Papa Francisco ha enviado una carta a Thomas H. Smolich, director Internacional del organismo de la Compañía de Jesús.
El 14 de noviembre de 1980 el padre jesuita Pedro Arrupe fundó
el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS por sus siglas en inglés). 40 años
después este proyecto continúa promoviendo su ministerio de acompañar a
refugiados de todo el mundo.
En su carta, el Santo Padre pide al padre Smolich que transmita
“mis mejores deseos al personal del Centro Astalli aquí en Roma y a todo el
personal y voluntarios del SJR en todo el mundo”.
Refugio y asistencia
El Papa Francisco en el Centro Astalli (Foto: (C) Centro Astalli)
“Mis pensamientos van especialmente dirigidos a tantos hombres,
mujeres y niños que se dirigen al JRS para buscar refugio y asistencia. Sepan
que el Papa está cerca de ellos y de sus familias y que los recuerda en sus
oraciones”, se lee en el texto del Papa.
“Mientras renováis y profundizáis en vuestro compromiso de
servir a las variadas y complejas necesidades de los refugiados y los
desplazados, rezo para que todos vosotros seáis capaces de extraer el estímulo,
la sabiduría de la visión y el ejemplo de su fundador”, prosigue.
Padre Arrupe Francisco resalta también que “frente a los sufrimientos de los que huyeron de su tierra en busca de salvación por la guerra de Vietnam, el padre Arrupe convirtió su consternación en una atención profundamente práctica para su bienestar físico, psicológico y espiritual”.
“Este deseo íntimamente cristiano e ignaciano de cuidar el
bienestar de todos aquellos que se encuentran en un estado de profunda
desesperación ha inspirado y guiado el trabajo del JRS en estos 40 años, desde
sus inicios con los Boat
People (refugiados que huían en botes después de la guerra de
Vietnam a principios de la década de 1980), hasta el día de hoy, con la
pandemia del coronavirus que ha dejado claro que toda la familia humana está
‘en la misma barca’, enfrentando desafíos económicos y sociales sin
precedentes”, añade.
Asimismo, en su carta, el Pontífice afirma que demasiadas
personas en el mundo actual se ven obligadas a migrar, “a aferrarse a las
embarcaciones precarias y gomones en un intento de buscar refugio de los virus
de la injusticia, la violencia y la guerra”.
Extender “la mano de la amistad” A la luz de estas “graves desigualdades”, el Obispo de Roma subraya que el JRS tiene un papel crucial que desempeñar “para hacer conocer y sensibilizar a la opinión pública sobre la realidad de los refugiados y los desplazados”.
“Su tarea vital es extender la mano de la amistad a los que
están solos, separados de sus familias, o abandonados, acompañándolos y
ampliando sus voces, y sobre todo asegurando que tengan la oportunidad de
crecer a través de su educación y desarrollo. Su testimonio del amor de Dios en
el servicio a los refugiados y migrantes es también fundamental para construir
una cultura del encuentro que es la única que sienta las bases de una
solidaridad genuina y duradera para el bien de la familia humana”, indica.
Por último, el Papa asegura que, mirando al futuro, confía en
que ningún contratiempo o desafío, personal o institucional, “podrá distraer o
desanimar la respuesta generosa del JRS, al urgente llamado a promover la
cultura de la cercanía y del encuentro a través de la firme defensa de los
derechos de quienes ustedes acompañan cada día”.
“Con estos sentimientos, renuevo mis más profundas
felicitaciones por su trabajo, y les pido que me recuerden en sus oraciones.
Confío a todos aquellos vinculados al apostolado del JRS, a la amorosa
intercesión de María, Madre de la Esperanza y Consuelo de los Migrantes, y con
gusto les imparto mi bendición apostólica como una promesa de alegría y paz en
Cristo Nuestro Señor”, concluye.
Agradecimiento del Centro Astalli El Centro Astalli ha agradecido las palabras del Santo Padre a través de una nota de su presidente, el padre Camillo Ripamonti:
“El Santo Padre nos llama una vez más a nuestras
responsabilidades, a nuestra humanidad. La pandemia no debe distraernos de
esto. La última de las víctimas de nuestra indiferencia es un niño de seis
meses. Opongámonos a la lógica de Caín y exijamos a quienes desempeñan
funciones institucionales que estén a la altura de la tarea que se les ha
encomendado: garantizar el respeto de la dignidad y los derechos de todos los
seres humanos», expresa el padre Ripamonti.
“Dejar morir, sin hacer nada, a quienes intentan alcanzar un
lugar seguro en el mundo, es el fruto amargo de la lógica de la indiferencia y
la cultura del descarte de la que nos advierte el Papa Francisco. Que los
hombres y mujeres de todas las creencias reaccionen y detengan la carnicería”,
apunta.
Finalmente, el jesuita afirma que celebrar 40 años, “es renovar nuestro compromiso diario al lado de los refugiados con la conciencia de que estamos al lado de los justos”.
(zenit – 9 nov. 2020).- El Papa Francisco envió una carta al obispo de Punta Arenas con motivo de la conmemoración de los 500 años de la primera Misa celebrada en Chile que tuvo lugar ayer, domingo 8 de noviembre de 2020.
El pasado domingo 8 de noviembre, en la celebración de la Eucaristía
transmitida de forma online para toda la Iglesia diocesana
chilena, se dio a conocer la carta que el Pontífice escribió al obispo,
monseñor Bernardo Bastres Florence, quien presidió la Misa.
Una conmemoración histórica Tras el saludo a monseñor Bastres y a los demás obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos de todas las diócesis chilenas, el Santo Padre describe la fecha de la conmemoración como “histórica, no solo para la diócesis de Punta Arena sino para toda la Iglesia católica de Chile”, pues la “Divina Providencia” quiso que el sacerdote Pedro Valderrama, capellán de la expedición de Hernando de Magallanes, ofreciera por primera vez, “el sacrificio de la santa Misa” en aquellas tierras.
Citando la Constitución Sacrosanctum Conciliumdel Concilio Vaticano II,
el Papa recuerda que de la Eucaristía “mana hacia nosotros, como de una fuente,
la gracia y con la máxima eficacia se obtiene la santificación de los hombres
de Cristo y la glorificación de Dios”.
Por esto mismo, añade, “podemos decir con razón, como manifiesta el lema
de la diócesis
de Punta Arenas, que Dios entró desde el sur, pues esa primera Misa
celebrada con fe, en la sencillez de una explicación en un territorio
desconocido, dio inicio a la Iglesia que sigue peregrinando en esa querida
nación”.
El obstáculo de la pandemia El Sumo Pontífice destaca en su carta el problema que ha supuesto la COVID-19 para la Iglesia en Chile, que se ha “preparado largamente para esta fecha especial”, una pandemia que “afecta al mundo entero y es causa de sufrimiento y muerte para millones de hermanos y hermanas nuestros”. Esta es una causa de impedimento para que “ustedes celebraran el 500 aniversario de la primera Eucaristía con actos litúrgicos masivos, como hubieran deseado hacerlo”.
A pesar de esto, prosigue, “no hay obstáculo que pueda acallar la gratitud
que brota del corazón de todos ustedes, hijos e hijas de la Iglesia que
peregrina en Chile, que con fe y amor renuevan su entrega al Señor”.
Asimismo, Francisco les ha animado a “vivir la celebración del Misterio
Eucarístico, que nos une a Jesús, con espíritu de adoración y acción de gracias
al Señor, porque es para nosotros principio de vida nueva y de unidad, que nos
impulsa a crecer en el servicio fraterno a los más pobres y desheredados de
nuestra sociedad”.
Despedida e invocación a la Virgen Después, el Obispo de Roma se une “espiritualmente” a los pastores y fieles del santo pueblo de Dios “en su agradecimiento al Señor que en la Eucaristía sigue haciéndose pan que sacia el hambre más profunda de todo hombre y mujer, convocando a todos en su amor para vivir una fraternidad solidaria y efectiva, que no excluye, que no oprime, que no ignora”.
También ha invocado a Nuestra Señora del Carmen, “modelo de la Iglesia y
auxilio de los cristianos” para que les enseñe a “confiar en el Señor y cumplir
su voluntad, en el amor y en la justicia, para testimoniar al mundo la alegría
del Evangelio”.
Por último, el Papa Francisco ha rogado la protección de la Madre de Dios “sobre esa amada Iglesia que está en Chile” y les ha dado la bendición apostólica “de corazón”. “Y por favor, no se olviden de rezar por mí”, concluye.
(zenit – 3 nov. 2020).- El Papa Francisco ha mandado un telegrama de pésame por las víctimas del atentado que tuvo lugar anoche en Viena, Austria.
El mensaje ha sido enviado en nombre del Santo Padre a través
del secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, al arzobispo de
esa ciudad, cardenal Christoph Schönborn, y ha sido
difundido hoy, 3 de noviembre de 2020, por la Oficina de Prensa de la Santa
Sede.
Pésame y oraciones En el telegrama se lee que Francisco “está profundamente entristecido por los terribles actos de violencia en Viena que han causado muerte y dolor a personas inocentes”.
El Papa manifiesta “su más profundo pésame a los familiares de
los fallecidos y a todo el pueblo austriaco”, se muestra “cerca de los heridos”
y reza “por su rápida recuperación”.
Cese de la violencia
Atentado en Viena (Foto: (C) Conferencia Episcopal de Austria)
Finalmente, el Pontífice “encomienda a las víctimas a la
misericordia de Dios y pide al Señor que cesen la violencia y el odio y se
promueva la coexistencia pacífica en la sociedad”. Asimismo, “acompaña de todo
corazón a todos los afectados por esta tragedia con su bendición”.
Sobre esta tragedia, el Obispo de Roma también ha publicado el
siguiente tweet en el
día de hoy: “Expreso mi dolor y consternación por el ataque terrorista en Viena
y rezo por las víctimas y sus familias. ¡Basta de violencia! Construyamos
juntos la paz y la fraternidad. Solo el amor extingue el odio”.
Los hechos El atentado contra seis lugares diferentes en Viena comenzó el lunes 2 de noviembre por la noche con disparos en la sinagoga Stadttempel. Cuatro personas perdieron la vida y otros quince están hospitalizados, siete de ellos en estado grave.
El agresor, de 20 años, es “simpatizante” del grupo yihadista autodenominado Estado Islámico, originario del norte de Macedonia y presenta también nacionalidad austríaca, de acuerdo a la información ofrecida por las autoridades.
Mensaje a Consulta femenil del Consejo de Cultura.
(zenit – 8 oct. 2020).- “Las mujeres son protagonistas de una Iglesia en salida, a través de la escucha y el cuidado de las necesidades de los demás, y con una marcada capacidad de sostener dinámicas de justicia en un clima de ‘calor doméstico’, en los diferentes ambientes sociales en los que se encuentran trabajando”, indica el Papa Francisco en su mensaje a los miembros de la Consulta Femenil del Consejo Pontificio de la Cultura.
El Santo Padre se ha dirigido a ellos con ocasión del Seminario
“Las mujeres leen al Papa Francisco: lectura, reflexión y música”, compuesto
por una serie de encuentros, y que comenzó este 7 de octubre de 2020, sobre el
tema “Evangelii Gaudium”.
Novedad en la Curia Romana En su mensaje, Francisco destaca que esta conferencia de hoy “pone de relieve la hermosa novedad que representáis dentro de la Curia Romana”; pues, por primera vez, “un Dicasterio involucra a un grupo de mujeres convirtiéndolas en protagonistas de los proyectos y líneas culturales que desarrolla y no solo para ocuparse de temas femeninos”.
“Escritos dedicados, respectivamente a los temas de la
evangelización, la creación y la fraternidad. Son opciones significativas en
las cuales se refleja el espíritu de la Consulta, una rica diversidad que sabe
trabajar buscando en el diálogo puntos de acuerdo y armonía”.
Voz femenina El Papa también se refiere a que esta iniciativa se celebra “a la enseña de una gran mujer, proclamada doctora de la Iglesia en 2012: santa Hildegarda de Bingen”, que rompió los patrones de su tiempo, que impedían a las mujeres estudiar y entrar en la biblioteca y, como abadesa, lo solicitó para sus hermanas.
Igualmente, remarca el hecho de que, con este encuentro, la
consulta femenil pretende “crear un diálogo entre intelecto y espiritualidad,
entre unidad y diversidad, entre música y liturgia, con un objetivo
fundamental, o sea la amistad y la confianza universales”.
“Y lo hacéis con voz femenina que quiere ayudar a sanar, en un mundo enfermo”, pues este itinerario de lectura “podrá ofrecer una visión peculiar sobre el tema de la confrontación social y cultural como contribución a la paz, porque las mujeres tienen el don de aportar una sabiduría que sabe restañar las heridas, perdonar, reinventar y renovar”, puntualiza.
LARISSA I. LÓPEZ
Mensaje del Santo Padre
El Papa junto a unas religiosas (Foto: (C) Vatican Media)
Queridas amigas,
Me alegra dirigiros un cordial saludo a vosotras, que formáis la
Consulta Femenina del Pontificio Consejo de la Cultura, con ocasión del
seminario “Las mujeres leen al Papa Francisco: lectura, reflexión y música”,
compuesto por una serie de encuentros que comienza, esta vez, con el tema “Evangelii Gaudium”.
La conferencia de hoy también pone de relieve la hermosa novedad
que representáis dentro de la Curia Romana; por primera vez, un Dicasterio
involucra a un grupo de mujeres convirtiéndolas en protagonistas de los
proyectos y líneas culturales que desarrolla y no sólo para ocuparse de temas
femeninos. Vuestra Consulta está compuesta por mujeres comprometidas en
diferentes sectores de la vida social y portadoras de visiones culturales y
religiosas del mundo que, aunque diferentes, convergen hacia el objetivo de
trabajar juntas con respeto mutuo.
Para vuestro itinerario de lectura habéis elegido tres de mis
escritos: la exhortación Evangelii
gaudium y, sucesivamente, la encíclica Laudato si’ y
el Documento sobre la Fraternidad Humana para la Paz Mundial y la
Convivencia Común; escritos dedicados, respectivamente, a los temas de la
evangelización, la creación y la fraternidad. Se trata de opciones
significativas en las que se refleja el espíritu de la Consulta, una rica
diversidad que sabe trabajar buscando en el diálogo puntos de acuerdo y
compenetración.
También cabe destacar que la conferencia se celebra a la enseña
de una gran mujer, proclamada Doctora de la Iglesia en 2012: santa Hildegarda
de Bingen. Como san Francisco de Asís, también compuso un himno armonioso en el
que canta y alaba al Señor de la creación y en la creación. Hildegarda unifica
el conocimiento científico y la espiritualidad; y desde hace mil años, como
verdadera maestra, lee, comenta, crea y enseña a mujeres y hombres. Rompió los
patrones de su tiempo, que impedían a las mujeres estudiar y entrar en la
biblioteca y, como abadesa, también lo solicitó para sus hermanas. Aprendió a
cantar y componer música, que para ella era una ola capaz de elevarla hasta
Dios. La música para ella no era sólo arte o ciencia, era también liturgia.
Ahora vosotras, con este encuentro, queréis crear un diálogo
entre intelecto y espiritualidad, entre unidad y diversidad, entre música y
liturgia, con un objetivo fundamental, o sea la amistad y la confianza universales.
Y lo hacéis con voz femenina que quiere ayudar a sanar, en un mundo enfermo.
Vuestro itinerario de lectura podrá ofrecer una visión peculiar sobre el tema
de la confrontación social y cultural como contribución a la paz, porque las
mujeres tienen el don de aportar una sabiduría que sabe restañar las heridas,
perdonar, reinventar y renovar.
En la historia de la salvación es una mujer la que acoge el
Verbo; y también son las mujeres las que en la noche oscura custodian la llama
de la fe, las que esperan y proclaman la Resurrección. La realización alegre y
profunda de la mujer se centra en estos dos actos: acogida y anuncio. Las
mujeres son protagonistas de una Iglesia en salida, a través de la escucha y la
atención que prestan a las necesidades de los demás, y con una marcada
capacidad de sostener dinámicas de justicia en un clima de «calor doméstico»,
en los diferentes ambientes sociales en los que obran. Escucha, meditación,
acción amorosa: estos son los elementos constitutivos de una alegría que se
renueva y se comunica a los demás, a través de la mirada femenina, en el
cuidado de la creación, en la gestación de un mundo más justo, en la creación
de un diálogo que respete y valore las diferencias.
Os deseo que seáis portadores de paz y renovación. Que seáis una
presencia que, con humildad y coraje, comprende y acoge la novedad y genera la
esperanza de un mundo fundado en la fraternidad. Os acompaño en mi recuerdo
orante a Dios, y os pido, por favor, que hagáis lo mismo por mí. ¡Gracias!
Roma, San Juan de Letrán, 1 de octubre de 2020, memorial de santa Teresa del Niño Jesús. FRANCISCO
A través de dicho texto, dirigido al cardenal Angelo Bagnasco,
presidente del CCEE, el Santo Padre expresa a los prelados su “cercanía
espiritual” y su agradecimiento por el tema elegido “La Iglesia en Europa
después de la pandemia. Perspectivas para la Creación y la Comunidad”.
La pandemia “La experiencia de esta pandemia ha dejado una profunda huella en todos nosotros, porque afectaba dramáticamente a uno de los requisitos estructurales de nuestra existencia – las relaciones entre las personas y en la sociedad – alterando así las costumbres y las relaciones, y cambiar las condiciones de nuestra vida social y económica”, indica el Papa.
“La vida misma de la Iglesia ha sido impactada
significativamente; fuimos obligados a remodelar nuestra práctica religiosa, y
muchas actividades pastorales no se han ajustado aún a esta nueva situación”,
continúa en este sentido.
Francisco se refiere también a “la muerte de tantos ancianos, la
tragedia de las familias tomadas por el intenso y desalentador sufrimiento, la
difícil situación de los niños y jóvenes encerrados en sus casas, y la
suspensión de los ritos religiosos y las iniciativas de formación cristiana”.
“Caridad creativa” Todo esto ha llevado a muchos sacerdotes y religiosos “a buscar formas valientes de prestar su servicio pastoral, dando testimonio de su paternal y tierna proximidad al pueblo, de manera que, “frente a la explosión de nuevas formas de pobreza, esta obra de caridad creativa debe continuar, mostrando una cercanía cada vez más atenta y generosa a los más débiles”, continúa el mensaje.
El Pontífice destaca que las comunidades cristianas están
llamadas “a comprometerse en una interpretación de lo que hemos experimentado,
para que puedan aprender lo que la vida puede enseñar y discernir” sobre el
futuro, por lo que es necesario “tener la misma actitud que el escriba que sacó
de su tesoro cosas nuevas y viejas (cf. Mt 13,52)”.
Finalmente, el Obispo de Roma, ora para que los pastores de la Iglesia de Europa “puedan inspirar la certeza de la fe en todos los fieles”.